Por Manuel Alberto Santillana.

1. Mientras el presidente de la república mexicana no se había pronunciado sobre el fentanilo, nadie, menos aún alguien de la oposición, se había manifestado. Ahora que el primer mandatario tuvo la peregrina respuesta de eliminar el fentanilo comercial, todo mundo se puso en contra. Los colegios y asociaciones médicas se pusieron en contra señalando, ciertamente, que el fentanilo es un medicamento de gran utilidad en los procedimientos quirúrgicos y proponen los argumentos del porqué es un error prohibir el fentanilo como medicamento. Desde luego, todo mundo, y entre ellos Cofepris y la Secretaría de Salud, como cabeza del sector salud, deben también oponerse a tan locuaz idea. Aunque sea emanada por el Presidente de la República.

2. Por otro lado, nadie de estos grupos médicos ha criticado que el problema es el consumo creciente entre la juventud de “yonquies” norteamericanos. Consumo sí, pero de un fentanilo producido por laboratorios clandestinos no solo en México sino en otros países de Centroamérica o incluso en los EE.UU. El problema, señalan los médicos mexicanos de varias asociaciones gremiales o académicas, no es la venta de fentanilo con fines medicinales, sino el producido artesanalmente o medio industrializado por grupos delictivos de gran poder económico y político.

3. Y es aquí donde comienzan las diferencias. Porque para los norteamericanos incrustados en las “war industries”, el problema del fentanilo y de otras drogas es la venta que llega de otros países y que prácticamente invade sus calles y corrompe a su impoluta juventud. Mientras que para México o Colombia el gran problema fundamental es la enorme demanda de todo tipo de estupefacientes por la juventud norteamericana. El discurso gringo es el de que los inmersos cárteles mexico-colombianos, en conjunto con autoridades corruptas de nuestros países, son los únicos culpables. Por lo tanto hay que organizar un guerra contra estos cárteles; sí, una cruenta guerra pero en Colombia, en Panamá, en Honduras o en México, nunca en el territorio norteamericano. De tal forma que, la historia reciente nos lo muestra, se organizaron estrategias como las del plan Puebla-Panamá. Plan que era muy curioso: por una parte lo financiaba EE.UU. A través de un préstamo de 200 millones de dólares, pero que se especificaba debía gastarse un 80% en la compra de equipo bélico de compañías de la industria armamentista norteamericana y un 20% para ser gastado en las necesidades propias de cada país. Por cierto una pequeña parte de ese 20% era para capacitar policías, otra mínima parte para difusión y comunicación de estrategias de vida saludable, e incluso una mínima parte para investigación. En efecto, de repente me encontré hace unos 10 años un reporte de investigación publicado en el journal mexicano “Salud mental” donde especifica que los fondos para tal estudio provenían, precisamente, del Plan Puebla-Panamá.

4. Por cierto, nada de esas estrategias ha tenido resultados. El crecimiento de los cárteles, el incremento del tráfico o del consumo sique aumentando tanto en los EE.UU. como en nuestros países. Pero de igual forma a la banca internacional o le interesa que se caiga el negocio del narcotráfico. Así tal cual, el negocio del narcotráfico. Hace unos años se consideraba que, luego del negocio de la compraventa de petróleo, el siguiente negocio que más le dejaba ingresos legales a la banca internacional era el narcotráfico, y en tercer lugar se alternaban los ingresos por compraventa de armas unos años y otros, el tráfico de personas dividido a su vez en trata de blancas, tráfico ilegal como fuerza de trabajo o, peor aún, para la venta de órganos. O sea, si esos eran los ingresos legales, no olvidemos que los cárteles también generan muchos ingresos ilegales que, muchos de ellos son lavados por la banca de varios países.

5. Cierro este artículo señalando que el conflicto del fentanilo, en términos de salud pública no se podrá atender si no es visto desde varias perspectivas. Una de ellas es la de analizarlo, entenderlo y atenderlo desde una coincidente visión internacional, porque la actual de que cada país la ve sólo desde su óptica y enchándole la culpa al otro no ayuda en nada. La otra que el problema no se resolverá si no se sigue el camino del dinero. O sea, si no se acepta que esta visión hará que disminuyan extraordinarias ganancias de la banca internacional será inútil cualquier estrategia. Por último, enfocar las baterías en la prevención más que en la atención o la rehabilitación. Porque las tasas de recaídas son brutales. En el mejor de los casos y con las mejores instalaciones, personal o programas exitosos probados sólo se llega a alcanzar un 50% de éxito. Por último, que esto debe ser un esfuerzo de los gobiernos, las empresas y la sociedad civil. Si no, no funciona.

Publicado originalmente en https://www.inversionistasonora.com/. Reproducido con el permiso expreso del autor.