Cultura light 2020

Manuel Alberto Santillana

1. Ernesto Guevara de La Serna, mejor conocido como “El Ché” era médico. Hoy me comentaba un amigo muy estimado que el 8 de octubre, día del asesinato del Ché en Bolivia, se había declarado como el día del Guerrillero pero que en este 2020 nadie le había dedicado unas palabras. Van entonces.

2. La idea de rescatar al Ché en la medicina es para insistir en la necesidad de darle a ésta un sentido social. En la carta de despedida del ché que lee Fidel tiempo después de que el ex director del Banco de Cuba se lanzara a su viaje a tratar de hacer “dos o tres Vietnams”, el Ché les dice a sus hijos que sean siempre muy sensibles socialmente  y que sientan siempre las injusticias. Al menos una de las hijas lo hizo, Aleida Guevara March es médico pediatra y labora en el Hospital para Niños William Soler, de La Habana, Cuba. Además de que ella fue una médica internacionalista, y estuvo en Angola, Nicaragua y otras naciones quienes tuvieron graves problemas sociales y económicos.

3. Uno puede buscar en la historia personal de Ernesto Guevara los inicios de ese descontento y hambre de justicia si lee alguna de las varias biografías –recomendable por cierto la del Paco Ignacio Taibo II-, o la buena película “Diarios de motocicleta” dirigida por Walter Salles. Ahí descubre uno a un par de amigos veinteañeros quienes al cruzar de sur a norte una buena parte de Sudamérica se dan cuenta de la pobreza, inequidades, injusticias derivadas de un tremendo colonialismo español, criollo y norteamericano finalmente. Cierra la película con un Alberto Granados viejo –el compañero de viaje del Ché-, que se transmuta en joven y ve salir el avión de Venezuela con el Ché, luego de haber estado unos meses en Perú. País donde unos días antes habían estado en la amazonia peruana atendiendo en una granja de leprosos y viajar en su balsa Mambo-Tango.

4. Para mi generación de Baby Boomers la influencia de Ernesto “Ché” Guevara, Salvador Allende o Frantz Fanon fueron un elemento radical para decidirse a ser médico. Recuerdo con cariño y admiración a varias colegas doctoras o médicos de mi generación 1976 a 1981, quienes deseaban ya irse a hacer el servicio social a la selva de Chiapas o la sierra de Guerrero para “tratar de hacer algo” por nuestro pueblo. Y algunos sí lo hicieron, algunos cayeron en el intento, otros se decepcionaron por no poder hacer algo, otros se asimilaron al “sistema” y se volvieron unos corruptazos o indolentes cómplices autoridades de la corrupción en salud, otros nos fuimos por el camino de la academia o el arte, y otros fueron y son buenos médicos, excelentes doctoras. Pero a diferencia de los colegas físicos, biólogos, matemáticos o doctores en letras, me parece que el dedicarse a la medicina sí facilita, lo hizo y lo hace aún, el poder hacer acciones inmediatas de bienestar, además de lo académico. No digo que sea mejor ni peor que un arquitecto enseñando técnicas de construcción con material reciclable o adobe, o un físico enseñando la dinámica de las partículas subatómicas, sólo que además de poder dedicarnos a lo teórico, también podemos poner un yeso, suturar una herida o dar una receta por antibióticos cuando se necesita.

 5. Me comentan que el Ché  Guevara para los millenials en este 2020 es más un afiche o una camiseta o un tatuaje en el pecho de Maradona. Puede ser. A mí lo que me interesa es rescatar siempre el sentido de que la medicina puede ser un ejecutor de acciones de bienestar y justicia. Y lo puede ser desde los niveles más pequeños y humildes hasta los de el diseño y evaluación de políticas públicas. Esta es una de las razones por las que comparto mucho de mi afecto y mi inteligencia con Hugo López Gatell. Porque identifico en él una formación teórica social buena y que no sólo es un funcionario sanitario más. Es notorio que el actual dirigente de la estrategia contra el COVID19 en México tiene una formación social identificada con políticas sociales de izquierda: Es decir, respeto a los derechos humanos, eliminación de las injusticias, indignación y solucionador del dolor humano y a la vez proactivo a la democracia, al arte, la ciencia y la cultura, así como una honestidad cabal. O sea, lo que decía el Ché hace mucho, lograr “El hombre nuevo” o como decíamos en nuestra época, perseguir la “moral revolucionaria”.

6. Hace un par de horas, alrededor de las 8 de la noche de hoy jueves 8 de octubre, tuvimos una reunión por la plataforma teams los maestros de la materia Medicina Social y comunitaria. 30 minutos de una sesión dirigida a los aspectos técnicos de cómo hacer medicina comunitaria en un momento de reclusión y acantonamiento. Me sorprende que todos los docentes señalan que, en general, los alumnos de noveno semestre universitario de la carrera de Medicina señalen que están trabajando bien. Me sorprende porque, como titular de la materia conozco a todos los alumnos y veo que los chicos saben adaptarse bien a la tarea que les pongan. Pero es falso, de 10 sólo uno o dos veo que tiene intereses sociales, los demás su interés es monetario, de prestigio, de necesidad de reconocimiento o de seguridad personal. Nada raro, nada mas que en mi generación éramos 3 o 4 de cada 10. Lo bueno es que la menos hay una o uno con el espíritu de Ernesto Ché Guevara. ¡Viva el Ché¡