Foto: Manuel Santillana

Esquina Izquierda

Por: Manuel Alberto Santillana

1. Roberto Corella, dramaturgo, productor, escenógrafo y actor sonorense nos inunda de amor a la vida con una obra musical, performancera y popular: “La Rosa de los Vientos”. Obra de Corella, bajo la dirección de Dettmar Yáñez, que se desarrolla en un acto continuo salpicado de aventuras. Perfomance que inicia con un carnavalesco desfile donde los actores, los músicos y parte del público es arrastrado por las calles hasta conducirlas, con generosidad y alegría, al carromato del teatro. Ya puestos ahí, la obra es todo un cuento budista hecho y derecho. De hecho es un cuento budista-Jodorowsky: No importa el caminar en círculos o en línea recta, siempre llegarás a algún lado si caminas con el corazón latiendo intensamente.

2. La obra cuenta con el apoyo musical de un saxofonista, un tecladista y un percusionista, amén de la colaboración momentánea del público quien, inocente, se va adentrando en las profundidades del sentido de la vida. Porque  esa colaboración musical permanente hacen que la obra se mantenga con un alto ritmo, fuerza e intensidad tales que el público no se percata que el objetivo de la obra es proponerle, o mejor dicho cuestionarle al público, ¿Cuál es sentido de la vida? ¿Cuál es el camino que debo llevar en la vida?

3. Dice Don Juan Matus, en un pasaje de su largo ciclo de enseñanza-aprendizaje con Carlos Castaneda, que no importa el camino que escojas en la vida si lo que haces es escogerlo con corazón. Si el camino tiene corazón, es digno de caminarse.  Y uno debe, tiene que preguntarse ¿Tiene corazón este camino? Y si la respuesta es positiva; respuesta que se da con acciones y reacciones positivas, creativas, productivas, vitales, entonces hay que seguirlo. Y eso es lo que los dos personajes, la pareja amorosa, amistosa, de caminantes se preguntan. Pero que, con divertidos y cambiantes diálogos, la Rosa de los Vientos les proporciona una respuesta diferente en cada ocasión. Porque no importa, porque la importancia, lo verdaderamente humano, proviene del interior de cada uno de ellos. De la esencia en el sentir de ella y de él. De esa pareja que se encuentra, pero no se une, que se acerca pero no se ama. Finalmente es, un poco, como el acertijo del gato de Cheshire de Alicia en el País de las maravillas del escritor británico Charles Lutwidge Dodgson mejor conocido como Lewis Carroll: Ante la duda de qué camino escoger, siempre es bueno preguntarse a dónde. Pero, bueno si no importa a dónde vayas o quieres ir, no te preocupes, siempre llegarás a algún lado.

Foto: Manuel Santillana.

4. Y esa es la paradoja que se desvela en esta obra, la Rosa de los vientos,  que lo mismo puede ser el Tarot de Marsella, la baraja española, la Rosa de Guadalupe, la lotería o San Judas Tadeo, no importan; lo esencial es avanzar el camino con corazón. Es decir, con honestidad y sinceridad hacia uno mismo. Y esa sinceridad se retrata no sólo en los parlamentos de  la pareja de caminantes, y en los actores quienes hacen de Rosa de los Vientos, sino en todo el trabajo actoral. Todos ellos, y los músicos, están vestidos con sacos de yute, sacos de papas, y además los dos personajes que conforman la Rosa de los Vientos utiliza unas máscaras imponentes. Todos cantan y hacen una bola de ruido. Porque de eso se trata esta obra, de hacer ruido, de cuestionarse lo más íntimo de uno mismo a través de las percusiones, el canto, los gritos y la risa. Vestidos con humildad, con un saco de yute, lo que les dará valor realmente será su humano interior. Así, se pasa así casi una hora continua de acciones, gritos, cantos e interacción con el público para llegar al cierre del camino, de la obra. Casi, casi con el mensaje del poeta: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, porque si este tiene corazón y se transita con honestidad y dudas o certezas, siempre llegarás a algún lado. Con dificultad a veces, pero siempre se avanzará. Imponente mensaje que nos apabulla y aceptamos cálida, vital, gritona, musicalmente con La Rosa de los Vientos.

5. La obra se presentó en los patios de la Escuela Primaria de el Ejido La Victoria este pasado 26 de mayo. El público fuimos unos cuantos vitorianos hermosillenses fieles al trabajo de Corella y Paquita Esquer, y como treinta victorianos que a las 10 de la mañana estábamos ahí contagiados de ruido, gritos, saxofón y voces de los actores. Esto gracias a las caravanas culturales de las Fiestas del Pitic, de lo que poco que sí valió mucho. Gracias Roberto, gracias Dettmar, gracias Paquita, gracias Beatriz.

Foto: Manuel Santillana.