¿Por qué los hombres resisten con vehemencia y hasta violencia los avances hacia la igualdad de género? Las feministas responderán -no con poca razón-: por miedo a perder sus privilegios. Privilegios que la mayoría de las veces ni siquiera son reconocidos por los hombres.

Foto: Proyecto Puente.

En redes sociales nos podemos dar cuenta: en cada publicación que evidencia las desigualdades impuestas por la cultura patriarcal -incluso en los casos de feminicidios más infames y brutales- una hornada de prestos comentaristas atacan y desacreditan las luchas por acabar con esta realidad. Cuando menos las minimizan y/o revictimizan: “¿qué hacía a esas horas sola y en ese lugar?”.

Aparentemente el sentimiento de afrenta es uno muy real y presente en, me atrevo a decir, la mayoría de los hombres que se ven enfrentados a la realidad de las desigualdades entre hombres y mujeres.

La perpetuación de las estructuras sociales mediante chistes, dichos, comentarios, canciones, películas, series, novelas, “opiniones”, y demás acciones “inocentes” e “inofensivas” se da en todo tipo de ambientes en nuestra sociedad y son vertidas por hombres de todo tipo de educación y acceso sociocultural.

En el pasado Foro de literatura y misoginia se evidenciaron muchas de las prácticas misóginas en el ámbito cultural de la región y se evidenció también esa resistencia a verlas como el problema que son, y un problema muy grave puesto que abona al debilitamiento del llevado y traído tejido social, al reproducir los mecanismos de dominación masculina establecidos en el resto de la sociedad, llegando a casos terribles de acoso, violencia institucional y hasta violaciones.

De dicho foro, por ejemplo, se cuestionó la naturaleza del mismo, la necesidad de tal aproximación epistemológia, e incluso se dijo que era un problema falso, inexistente, opiniones todas procedentes de escritores y catedráticos universitarios.

Igual ha pasado en cada acto, manifestación, convivencia, actividad comercial o lo que sea que huela a activismo feminista.

Los ataques viles y difamatorios a Silvia Núñez aparecidos en Primera Plana por su constante esfuerzo para la activación de la alerta de género en el estado, (que la gobernadora se aferra en negarla por no embarrar su “buena imagen”); el tendedero del acoso que expusieron las alumnas de la Unison denunciando las prácticas misóginas sobretodo de maestros y la reacción de burla de algunos de éstos y los alumnos que violentaron la exhibición son muestra de la resistencia de los varones por aprehender una realidad que oprime a la mitad de la población y constriñe al resto.

Si bien se ha avanzado considerablemente en las leyes que procuran la igualdad de géneros, la brecha es aún muy amplia, y lo más terrible: las representaciones hegemónicas de los roles de género hacen de los hombres modelos de exacerbación de la violencia (como algo natural, intrínseco, por lo tanto aceptable y esperable), y a las mujeres modelos de recepción de la violencia (para ellas la sumisión es lo “natural” y deseable).

Ante este panorama las leyes poco hacen para dejar que los hombres dejen de matar y que las mujeres dejen de ser matadas.

La desproporción en el uso de violencia es espeluznante, y se percibe como “normal”. Lo cierto es que podemos ser el hombre más dulce del mundo, el más tierno, el más bondadoso, el mejor amigo, y en un arrebato “natural” apretar con todas nuestras fuerzas el cuello de la persona que hasta ese momento ha sido imprescindible en nuestras vidas hasta que su vida desesperada expire, aniquilada, anulada, hacerla nada, claro, cuando no optamos por destrozarla a golpes o tasajearla como filete humano.

Foto: Vanguardia.com

La realidad es que los discursos feministas -que abonan a la deconstrucción de los roles de género- no atentan contra los derechos de nadie, sin embargo, demasiados hombres se sienten excluidos y/u ofendidos por ellos. Existe una relación directa de este tipo de resistencia con otras actitudes reaccionarias, aunque, claro, la misoginia es un mal demasiado común entre los revolucionarios también, antes del feminismo no existía eso de lo privado es político, al contrario, la vara -en los más de los casos- era una para la casa y otra para la calle.

Así, no es difícil encontrarnos casos de revolucionarios que blandían la espada de la justicia comunitaria y que al mismo tiempo eran tiranos sin compasión al interior de sus hogares o círculos cercanos.

Y aunque he hablado en pasado, en nuestros días abunda ese tipo de “revolucionario”. Nomás recordemos las recientes denuncias que han recaído sobre hombres de izquierda ejerciendo violencia de género. La misoginia está enraizada en nuestra cultura: los roles de género son una parte del discurso heteronormativo. A pesar de que existen múltiples maneras de acercarse a la masculinidad y a la feminidad, este discurso establece un ideal de “ser hombre” y “ser mujer”. Es, entonces, sumamente opresivo, pues permite una sola manera de ser y desecha todas las demás.

1er Foro de Literatura y Misoginia, en el Colson.

Ante esta imposición de los modelos de ser hombre y ser mujer, la transgresión suele ser la única respuesta, y así ha sido siempre, y siempre ha sido motivo de molestia y enojo para el pusilánime temperamento reaccionario. Los discursos feministas son transgresores porque tienen qué serlo, lo que buscan es la abolición del modelo patriarcal y la heteronorma. Los discursos feministas son transgresores porque buscan la libertad basada en el respeto común, y la heteronorma es una imposición que limita opresivamente la formación de los individuos, y por lo tanto las herramientas que desarrollen para aprehender el mundo.

Pero el rechazo y la resistencia ante los avances de las mujeres como grupo social no se da sólo en hombre cuya formación sea limitada, no, como ya mencioné arriba, encontramos misóginos con todo tipo de nivel académico, ya que el problema no es de educación, como también mencioné arriba, es cultural, y milenario, pero no por eso imposible de enfrentar que es lo que hacen las feministas y demás promotores de la abolición de la heteronorma.

La resistencia de los hombres continuará hasta que reconozcamos que somos beneficiarios como -grupo social e individuos- de la opresión a las mujeres.

La igualdad legal y las leyes de acción afirmativa tan sólo son pequeños pasos en la busca de la igualdad, la deconstrucción es enorme, el trabajo del feminismo y demás corrientes antipatriarcales y antiheteronormativas apenas comienza.

Las mujeres, y, sobre todo, los hombres, tenemos mucho que aprender de nosotros mismos para reconocer y desechar las falacias de nuestra “naturaleza”.

Aldo Barrios 

aldo_barrios57@hotmail.com

Foto Principal: animalpolítico.com