Ni siquiera era necesario, pero Eduardo Bours mandó tumbar el complejo escultórico completito, seguramente para que el edificio cubierto de plástico que construyó detrás no se viera opacado por la obra del escultor de talla mundial Luis Sanguino, cuyas obras lucen esplendorosa en varios lugares del mundo, entre las que destacan el Monumento a los Migrantes en nueva York; las puertas en bronce de la Catedral de Almudena en España, que además expone la efigie de los 12 apóstoles; la fuente de Neptuno en Monterrey y muchas otras de exquisita talla y sobria destreza.

Para Hermosillo Luis Sanguino elaboró la efigie de Venustiano Carranza, que luego del infame aniquilamiento de los 661 árboles y el Bosque de Villa de Seris como obra excelsa de los Bours, Guillermo Padrés mantuvo expuesta en vergonzosa y simbólica jaula durante todo su sexenio.

Luego, en época de Claudia Pavlovich y el Maloro Acosta, alguien, con ocurrencia extrema decidió esconderla por allá, detrás de un muro en el parque de la Hacienda de la Flor, donde manos infames primero le robaron el sombrero y luego en horripilante espectáculo, le arrancaron un brazo y lo dejaron manco, para después cercenarle una pierna y dejarlo expuesto al escarnio de los que visitamos el lugar, con una pata de palo.

De todo esto lo más probable es que el desprecio a Don Venustiano no estuviera cimentado en cuestiones ideológicas, sino en la profunda ignorancia de los sonorenses e instituciones coludidas, ya sea sobre asuntos de historia, arte o cultura.

Al final, del monumento público nada queda y como sociedad mementa, muy pocos se acuerdan de su existencia.

Al final, del monumento público nada queda y como sociedad mementa, muy pocos se acuerdan de su existencia. Yo sé donde está lo que quedó de ella (aunque la placa gigantesca de seguro terminó triturada en el fierro viejo) y enterado de que Luis Sanguino aún vive, voy a mandarle un recado pidiéndole que venga a rescatar lo que queda del bronce de su obra, con chanza y la repara para dejarla en un lugar que la merezca.

Por lo expuesto, aquí no es.

Que lástima ¿No?

Texto e imágenes: Joel Montoya