Si los universitarios creíamos que con el triunfo de la cuarta transformación vendrían tiempos mejores, lo que acaba de suceder en nuestra máxima casa de estudios nos dice exactamente lo contrario.
Todavía, el uno de mayo del año en curso llegamos a creer que nuestras dirigencias sindicales defenderían nuestros intereses cuando se plantaron ante el presídium del Gobierno del Estado y se tachó de burro al director del ISSSTESON, por haber tenido la osadía de rebajar a un 29% las pensiones y jubilaciones de los trabajadores universitarios, empleados y académicos.
Se habló de la injusta interpretación de una resolución de la Suprema Corte de Justicia y de la vigencia del convenio de 1990. De hecho, en el proceso de estirar la liga se llegó a contar con la complicidad de la rectoría, de donde salió la orden de que se permitiera a los trabajadores de confianza manifestarse junto con los sindicalizados en una marcha posterior que representó una verdadera esperanza para quienes anhelábamos que se atendieran nuestras demandas y se negociara un convenio más justo, que permitiera sí aportar más, pero de ninguna manera que se armonizara con la Ley 38, la cual es muy lesiva para los trabajadores en general, ya que obliga a que cada institución o empresa a aportar $47.00 de cada cien al ISSSTESON.
Cuando todo parecía ir viento en popa surge una reunión de rectoría con funcionarios del Gobierno del Estado y anuncian que siempre sí se aceptará el convenio leonino que obliga a los trabajadores a casi triplicar sus aportaciones a cambio de una jubilación cercana al 100%. El resto solo fue cuestión de alinear los astros para que se llevaran a cabo dos consultas, una por parte de rectoría y la otra por parte de los sindicatos cuyas dirigencias sorpresivamente dejaron de ser combativas y se entregaron totalmente a los deseos del PRI-gobierno.
Causó tristeza e indignación la estrategia de las dirigencias sindicales de recurrir a prácticas de terror para obligar a sus bases a aprobar el lesivo convenio neoliberal en cuestión. Se llegó a decir que debía apoyarse el convenio dado que el Gobierno del Estado había dado muestras claras de no respetar la ley; que no teníamos la fuerza necesaria para hacerle frente al gobierno del estado; que el gobierno era capaz de jubilarnos con el 29% de hoy en adelante. Esto es, todo lo que se cuestionó aquel uno de mayo ahora representaba el discurso oficial de ambas dirigencias, las mismas que se presentaron muy radicales en aquella fecha conmemorativa de las luchas laborales.
Qué pasó entre el uno de mayo y el 3 de junio para que cambiara radicalmente el discurso sindical, eso solo lo saben los dirigentes sindicales. A la base no bajó esa información, pero aun así lograron su objetivo. Qué pasará después, cuando se refleje en la nómina los descuentos aceptados, solo lo sabremos en función de la reacción de los trabajadores universitarios. El próximo viernes se verán las primeras consecuencias, recordando que los descuentos incrementaran año con año hasta el 2022, y sabremos entonces si realmente quienes votaron a favor del nuevo convenio neoliberal lo hicieron conscientemente.
A partir del viernes sabremos exactamente si empezará ese gran movimiento de resistencia civil pacífica a la imposición del convenio neoliberal o seremos unos cuantos los que seguiremos cuestionando la bochornosa claudicación de nuestras dirigencias sindicales.
Por: Isabel Dorado Auz.
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