Por Jorge Tadeo Vargas

En las últimas semanas, ante el aviso de la Comisión Nacional del Agua de que por motivos de disponibilidad el sistema Cutzamala, bajará la cantidad de metros cúbicos de agua que provee tanto a la Ciudad de México, como algunas ciudades del Estado de México, las noticias sobre el día cero y la crisis hídrica inundó la mayoría de los medios de comunicación, los especialistas en el tema escribieron al respecto, fueron entrevistados en diversos noticieros y programas de televisión y en las redes sociales comenzó el bombardeo desinformativo sobre lo que nos espera en el futuro.

Por supuesto que se planteó la problemática con los responsables habituales, la industria refresquera, la minería, las concesiones y eventual privatización de los organismos operadores de agua en los municipios, y claro, como viene pasando en toda la administración actual, se responsabilizó a los gobiernos anteriores por su complicidad con la iniciativa privada que ve en el agua un negocio y no un derecho humano, algo en el que estoy de acuerdo parcialmente, pues si hay una complicidad por parte de los gobiernos, pero pensar en el derecho humano al agua es quedarnos cortos con lo que tenemos enfrente.

Como siempre ocurre en estos casos, las soluciones, especialmente tecnológicas o tecnócratas para ser más exacto son las que comienzan a aparecer como la panacea que vendrá a salvarnos; desde la recuperación del agua de lluvia en las ciudades, principalmente en las metropolitanas, el tratamiento de las aguas residuales, lo cual pocas ciudades lo cumplen y las que lo hacen lo hacen mal, en fin, soluciones de final de tubería que no plantean la realidad que estamos viviendo.

No se trata solo de disponibilidad del agua azul (la que necesitamos los seres humanos para nuestras actividades como sociedad capitalista) sino de la contaminación que está alcanzando a las cuencas con lo que vamos perdiendo ecosistemas que mantenían un equilibrio que nos permitía tener acceso al agua.

De nuevo las soluciones que plantean los especialistas parten desde la lógica del sistema de clases y su modelo de producción-consumo sin tocar la problemática de raíz, por ejemplo, se dice que con una buena gestión del agua en estados como Sonora, Sinaloa, Baja California, Durango, Coahuila, estados principalmente agropecuarios se podría aumentar en un cuarenta por ciento la extensión de tierras cultivables, es decir, no se plantea una recuperación de las cuencas, sino de  mantener el sistema hasta que se rompa definitivamente. Lo mismo se dice sobre el sistema Cutzamala y los otros organismos que proveen agua a la Ciudad de México, una buena gestión -esta es la palabra clave- evitaría tener problemas en el futuro y salir de la crisis actual.

Si bien es cierto que por años, se planteó que la gestión de cuencas hidrológicas, era una alternativa o la solución más viable para la crisis hídrica, lo que estamos viendo actualmente es que desde arriba, cuando se plantean una gestión, no es para recuperar ecosistemas, sino para mantener un modelo de producción-consumo a todas luces insostenible, por lo tanto pensar en la gestión del agua en estos momentos no es más que una solución capitalista que pretende mantener un crecimiento infinito o al menos hasta que este se rompa dejando graves impactos en la naturaleza y en las poblaciones humanas más vulneradas por el capitalismo tardío. De este modo, hablar de gestión es inviable, las soluciones deben ser desde un enfoque ecosistémico, entendiendo que estamos viviendo en un punto de no retorno de una emergencia hidroecológica sin precedentes y la cual el gobierno, intenta negar.

Aquí vale la pena hacer una reflexión: los estados del norte, donde la actividad productiva que más consume agua es la agropecuaria, están establecidos en ecosistemas que van de lo semiárido a árido, por lo tanto, la disponibilidad de agua siempre ha sido limitada por la propia naturaleza. Si tomamos en cuenta esto, es claro dónde está el problema. Ni Sonora, ni Sinaloa, ni Chihuahua, ni Coahuila, ni Durango pueden ser estados agropecuarios, no como están siendo en este momento, tienen limitaciones que no lo permiten y más allá de ver cómo “gestionan” mejor el agua para poder aumentar sus extensiones de tierra productiva, se debe buscar una transición justa, basada en enfoques ecosistémicos y no económicos.

Lo mismo podemos decir de la Ciudad de México, que su único aporte real es ser la capital política del país, pero que vive en una incapacidad ante la falta de espacios que le provean lo necesario para sobrevivir. Usaron sus ríos como canales de aguas residuales matando los ecosistemas riparios, el crecimiento desmedido no les permite manejar su basura por lo que tienen que contaminar otras ciudades -y otros mantos acuíferos- y muchas otras problemáticas con las que la ciudadanía lidia todos los días, como el precio a pagar por vivir en una ciudad insostenible y poco funcional.

Desde las ONGs, activistas, investigadores especialistas en el tema, de nuevo, se pone en la mesa la falta de una ley de aguas nacionales que reconozca lo que ya está en la constitución: el derecho humano al agua, esto -dicen los expertos- puede servir para que la gestión del agua se de en términos en que todas y todos tengamos acceso, vale la pena reflexionar en esto también. El agua más allá de ser vital para nuestra existencia como seres vivos, tiene una función dentro de los ecosistemas y ésta es el ser transportador de los procesos fisicoquímicos que estos necesitan para mantener un equilibrio en sus dinámicas, por lo tanto, no podemos pensar como lo hacen los promotores de una ley de agua nacionales, desde una lógica antropocentrista, sino en ir más allá, por una razón muy simple: si mantenemos el equilibrio en los ecosistemas a la par servirá para que nosotros sobrevivamos, claro, esto rompe con la lógica capitalista del crecimiento infinito donde se busca gestionar la problemática sin llegar a la raíz de todo que es un modelo de producción-consumo insostenible que mantiene la hegemonía de un sistema de clases que está acabando con la naturaleza, mientras mantienen a muchas poblaciones humanas sumidas en la explotación, la falta de salud ambiental/humana y sin justicia.

Desde el exilio

Febrero del 2024

Jorge Tadeo Vargas: sobreviviente de Ankh-Morpork, activista, escritor, traductor, anarquista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Desde hace años construye una caja de herramientas para sobrevivir.

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