#DiasdelFuturoPasado volumen 45

Jorge Tadeo Vargas.*

Cuando Rachel Carlson presento en la década de los 60´s su libro Primavera Silenciosa dio las primeras señales de que ciertas sustancias químicas eran capaces de viajar cientos de kilómetros por lo que estas se encontraban presentes en todos los ecosistemas del planeta. Incluso en aquellos donde la presencia humana no estaba tan difundida. Ella marcó un hito dentro de las investigaciones toxicológicas y ecosistémicas.

Era un hecho irrefutable, después de las investigaciones de Carlson de que la fauna silvestre tenia rastros de estas sustancias químicas en todo su organismo; lo que abrió las puertas a nuevas investigaciones sobre los impactos que estas podían tener en la salud ambiental así como el futuro de la especie humana con respecto a lo que estábamos produciendo en ese momento y que seguimos produciendo en la actualidad sin mucho reparo.

No fue sino hasta la ultima década del siglo pasado cuando Theo Colborn, Dianne Dumanoski y Pete Myers, lograron sin lugar a dudas comprobar los impactos negativos de esas sustancias químicas que Carlson había investigado décadas atrás. Dichas sustancias de una alta toxicidad eran en su totalidad producidas por las actividades humanas, tal como los agrotóxicos, los retardantes al fuego o como productos residuales de dichas actividades productivas como son la incineración, las plantas cementeras entre muchas otras, es decir, estas sustancias químicas que Carlson mencionó en la Primavera Silenciosa, dando la pauta para que el libro publicado por Colborn, Dumanoski y Myers, Nuestro Futuro Robado, tuviera los elementos necesarios para mostrar la toxicidad de dichas sustancias. Fueron el inicio de toda una revolución, o al menos, dieron las herramientas a los movimientos ambientales para dar una fuerte resistencia al modelo de producción-consumo que impera en la actualidad. Abriendo con esto las pautas para la búsqueda de alternativas sustentables y con el menor impacto tanto en la salud ambiental como en la humana.

Son demasiadas las sustancia toxicas que hemos producido los últimos cincuenta años y que en muchos casos seguimos produciendo a pesar de los intentos por reducir a cero la producción y el consumo de éstas teniendo el Convenio de Estocolmo y la docena sucia como el principal regulador de los Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs) donde se encuentras las sustancias mas tóxicas y dañinas, aunque no las únicas que utilizamos con un alto riesgo de daño a la salud, como son los metales pesados, los Contaminantes Orgánicos Volátiles entre muchos otros.

Podemos ir mas allá y mencionar que son tantas las sustancias que hemos arrojado al ambiente, que es imposible encontrar un ecosistema que no tengan en menor o mayor medida una cantidad considerable de estos compuestos tóxicos, incluso, dejando de producirlas estas ya se encuentran en nuestros alimentos y en nuestra bioquímica, sera difícil deshacernos de ellos. Esto no quiere decir que es una batalla perdida, al contrario, la búsqueda de alternativas al modelo de producción-consumo actual se convierte en una necesidad primordial que va mas allá de paliativos o de acciones sin un cuestionamiento de raíz a la problemática entendiendo que las relaciones ecosistémicas están interconectadas.

¿El consumo friendly como la respuesta?

Si bien no podemos negar que desde la publicación de Primavera Silenciosa en la década de los 60’s comenzó un movimiento de cambio en el modelo, que tomó fuerza en la ultima década de los 90’s  cuando fue publicado Nuestro Futuro Robado, dos libros que contribuyeron a estos movimientos; no podemos negar que a la fecha, los avances no han sido suficientes. Desde la revolución verde en la década de los 70’s donde se atacó ferozmente a la agricultura introduciendo agrotóxicos que luego entraron al Convenio de Estocolmo por su alta toxicidad hasta el boom de la industria incineradora  entre los 80’s, los 90’s hasta la fecha para producir energía con combustible derivado de residuos, boom del que también participa la industria cementera  lo cual a la fecha ha genererado un aumento considerable en la producción de dioxinas y furanos (tóxicos que también están dentro del Convenio de Estocolmo) parece indicar que los esfuerzo de los movimientos ambientalistas, campesinos, entre muchos otros  no han tenido el eco que deberían contra este modelo de producción-consumo actual. Al contrario los impactos van en aumento, al menos es lo que indican las investigaciones basadas en la mejor ciencia.

Sin embargo sumado a esto, se observa una fuerte tendencia desde el mismo modelo promover un consumo mucho mas responsable, menos dañino con la naturaleza y por consecuencia mucho mas sano para el consumo humano. Ahora es mucho mas común encontrar alimentos que entran dentro de la categoría de “orgánicos” “de comercio justo” “ecofriendly”. Esto no es del todo malo, hablamos de un cambio paradigmático dentro del mismo modelo que puede a la larga obligar a los gobiernos y productores a implementar alternativas donde las sustancias químicas antes mencionadas sean en verdad reguladas para darle paso a un modelo menos dañino, digamos que donde el maquillaje verde y sustentable permee mas allá de la superficie. Las preguntas que nos tenemos que hacer ahora son: ¿es suficiente? ¿un cambio en la producción mas no en el consumo lograra revertir el daño? ¿cuantas generaciones tendrán que pasar para hablar de un ambiente sano y justo?

Bien; un estudio hecho por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en España, arroja que incluso la agricultura certificada como orgánica tiene un porcentaje de dioxinas y furanos; esto se debe a que tanto la tierra como el agua ya están contaminadas por estos COPs. ¿Ahora bien, que son las dioxinas y furanos? A grandes rasgos y sin entrar en mucho detalle, son dos Contaminantes Orgánicos Persistentes, que son producidos por la actividad industrial humana, principalmente la incineración o tratamiento térmico de residuos; debido a su persistencia se van acumulando a lo largo de la cadena alimentaria, principalmente en el tejido adiposo de los animales por su solubilidad en las grasas. Los productos de origen animal son los mayores contribuyentes a la ingesta de dioxinas por los humanos. A pesar de que estos se encuentran en cantidades pequeñas tanto en los alimentos como en los seres humanos, por su alta toxicidad los impactos son de índole mayor, abarcando ciertos tipos de cáncer, afectaciones en el sistema endocrino, reproductivo, cardíaco, entre otras. Estos a su vez actuando dentro de nuestro organismo y/o en los distintos ecosistemas con otras sustancias químicas de igual o mayor toxicidad, tenemos un coctel químico de muy alta peligrosidad. Este estudio comandado por el Dr. Esteban Abad concluye que el nivel de dioxinas y furanos que se encuentran en el ambiente es tan grande que hasta los alimentos que intentan cultivarse de manera orgánica no están exentos de estas sustancias químicas, por lo tanto la situación es mayor a lo que pensábamos, pues aunque, el consumo “ecofriendly” puede ser en determinado momento una opción, lo que el mercado intenta no es buscar cambiar el modelo, sino sustituir un producto con otro, aunque este no sea del todo saludable.

Un futuro en jaque

Que el modelo de producción-consumo que tenemos actualmente tiene sus raíces mas profundas en la revolución industrial es una realidad innegable; con esta revolución comenzó a dibujarse lo que sería la piedra angular de la civilización neo-liberal: producción desmedida para consumismo salvaje. Esto es lo que hemos vivido en los últimos cien años; un aumento en la extracción de bienes naturales, para la producción de materiales que consumiremos para continuar con el modelo que nos rige. Esto nos ha dejado una severa crisis civilizatoria de la cual es cada día mas difícil salir. No podemos pensar que acciones que no reflejen un cambio drástico de modelo son la solución a dicha crisis.

Si entendemos que nuestro futuro ha sido robado, partiendo desde la premisa que ha sido a base de contaminar nuestros ecosistemas, de enfermarnos a nosotros y al resto de los seres vivos. Que este mismo ha sido robado, secuestrado por el modelo de producción-consumo nos queda claro cual es el problema y donde esta la solución. Un cambio paradigmático que vaya mas allá de continuar con el mismo modelo con ciertas reformas es darle la vuelta, terminar con ello antes de que ello termine con nosotros parece ser una mejor idea.

Desde la rebelión contra Elisyum

Junio 2020

*Activista, escritor, anarquista, biólogo, panadero casero, coordinador de LIDECS