Luis Enrique Ortiz
Fuera del tema de las madres buscadoras, quienes ciertamente nada tienen que celebrar, otro sector de progenitoras ignoradas, del verdadero sindicalismo independiente, las trabajadoras y empleadas de la Universidad de Sonora, cumplen 25 días en huelga por la defensa del salario, la dignidad y aunque no lo quieran creer hasta por la defensa de la educación pública. Nadie se tomó la foto con ellas.
Durante los rectorados de Heriberto Grijalva Monteverde, Enrique Fernando Velázquez Contreras y María Rita Plancarte Martínez, los salarios de los agremiados del STEUS se compactaron al menos por once años de rezago tipo neoliberal, poniendo de manera deliberada topes a la recuperación del ingreso, simplemente ignorando las demandas de los trabajadores y con el apoyo del gobierno en turno disfrazado de respeto a la autonomía universitaria.
Es por ello por lo que ahora existen al menos mil 300 trabajadores del Alma Mater que ganan menos que un trabajador de la Leoni de Hermosillo, la Yazaki del sur del estado o las enlatadoras de sardina de Guaymas.
La mayoría mujeres, casi todas madres o en proceso de serlo y no pocas de ellas pasaron su día sin un cinco en la tarjeta y haciendo guardia, mas alertas que nunca, sobre todo luego de que el propio Estado rompió la huelga de los trabajadores de la Universidad Estatal de Sonora (UES).
Incluso de parte de algunos periodistas orgánicos, que empiezan a manipular con la versión de que la huelga es culpa del STEUS, cuando todos sabemos que la principal responsable es rectoría, quien con los pocos más de 50 millones que ofreció el pasado 2 de mayo, pudo incluso haber evitado la huelga o al menos haberla postergado el pasado 15 de abril.
Un 10% de aumento directo al salario de los primeros seis niveles del tabulador, no repone casi dos sexenios de regresión, pero bien presentado, explicado y consensado puede ser parte de un programa de recuperación salarial que incluya -también- el cumplimiento constitucional de que nadie puede ganar más que el presidente.
Por qué Rita Plancarte puede ganar casi 300 mil pesos mensuales, rodeada de una burocracia dorada llena de altos salarios y privilegios, mientras una madre que limpia los pisos de la Universidad más importante de Sonora gana por debajo del salario mínimo, lo cual, si no es ilegal, definitivamente inmoral sí es.
Ninguna autonomía, mucho menos de una institución que vive de los ingresos del Pueblo, puede ser escudo para violar derechos laborales, cláusulas contractuales y demás acciones que son lesivas para el trabajador o el personal académico.
La autonomía mucho menos debe ser pretexto para que la rectora gane más que el presidente, porque si no lo sabe la señora Plancarte Martínez, del mismo cuero, sudor y esfuerzo sale el presupuesto con el que se les paga a ambos.
Un fantasma recorre la educación pública en Sonora, el fantasma del anti-sindicalismo, no sólo de parte de la rectoría de la Unison, sino del ex sindicalista rector de la UES, Armando Moreno Soto, quien al romper la huelga del sindicato que se atrevió a estallarle un paro legal, dejó a decenas de madres sin aumento salarial para este año, ese 4% de por sí muy neoliberal, se esfumó y ahora hay cacería de brujas al estilo del cazador de micos, con revancha jarocha y toda la cosa.
Tal vez una salida negociada anticipada de la señora Plancarte de la rectoría, con una acción que deje claro que el gobierno estatal no tolera el anti-sindicalismo en la UES, que le adelante su jubilación a Moreno Soto, puede abonar a restablecer la paz laboral, esa sí inexistente de la entidad.
No puede haber paz sin justicia y lo que han hecho los rectores de marras es poco más que producto de la injusticia promovida o tolerada.
Publicado en: https://www.facebook.com/luisenrique.ortiz1
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