Foto: La Voz del Pitic

#DiasdelFuturoPasado 81

Por Jorge Tadeo Vargas

A pesar de que en los últimos años la palabra o el concepto de colapso ha cobrado mucha fuerza en los medios de comunicación, a la par de que algunos investigadores/académicos, intelectuales y/o activistas oenegeros se ha convertido en su forma de vida, el concepto ha estado presente en el discurso más radical desde mediados de los ochenta. Revistas como Green Anarchy, Green Anarchist, Fith Estate han publicado extensos artículos al respecto. Lucci Fabri, lo menciona en su texto sobre el neo-feudalismo, al igual que lo hace Jello Biafra en su mítico concierto junto a la No NWO Combo en 1999 en la ciudad de Seattle.

Desde el anarquismo hace ya tiempo que se viene hablando del inminente colapso civilizatorio que ya estamos viviendo y que como cualquier mutación que conduce a una nueva evolución se da por etapas, por periodos determinados y aprovechando las distintas crisis que se dan tanto en el modelo de producción-consumo, como en el sistema de clases. No es de un día para otro como nos lo quieren hacer creer algunos medios o las películas y series. Es mucho más complejo.

Sin embargo en los últimos años, desde la crisis socio-ecológica, de la mano de la crisis climática o teniendo en ella su principal ejemplo mediático se ha vuelto mucho más latente que nos acercamos a un punto de inflexión que pondrá en jaque al capitalismo neo liberal para darle paso a un neo (o tecno) feudalismo mucho más salvaje. Esto podría ser algo bueno, pero de la mano de la exposición del colapso se han venido dando los teóricos (de todo tipo) que se hacen llamar “colapsólogos” o “colapsistas” que van armando sus teorías de acuerdo a lo que la mutación del sistema de clases necesita.

A pesar de que la palabra colapso (la otra palabra; civilizatorio desapareció paulatinamente), se convirtió en un abstracto. Lo que leemos en los medios de comunicación, los artículos científicos que escriben los investigadores/académicos, los libros, los congresos, foros, seminarios parten desde una visión muy poco crítica, más cercana a lo que Boockchin llamaba “plañidera social” que a una búsqueda de soluciones. No se la está dando la importancia necesaria a la de la organización comunitaria, incluso muchas veces los intelectuales de supermercado atacan cualquier iniciativa comunitaria, ya sea con burlas o con información científica acomodada a sus beneficios. Hacen el trabajo del sistema para ocultar o intentar al menos las organizaciones desde abajo. El tratamiento que se la da es un tratamiento que no solo no esta haciendo eco en las comunidades, sino que no tienen ese objetivo, es solo verlo como una forma más de conseguir fondos. El extractivismo académico, oenegero, se mantiene, hasta se jactan de presentar la problemática más allá de ideologías políticas. Es solo un divertimento para quienes lo están trabajando.

Desde las zonas de sacrificio, de las regiones más vulneradas por el modelo de producción-consumo que están viviendo día a día con los efectos de este colapso, el concepto puede no ser importante, es solo una forma de llamar a los impactos negativos del modelo en sus comunidades, sin embargo es urgente que se tenga muy definido de qué es, como se presenta, especialmente reconociendo las emergencias socio-ecológicas cada vez más comunes, para que así desde las propias comunidades puedan ir saliendo las medidas de adaptación, basadas en el cooperativismo, la ayuda mutua, el comunalismo y así ir apostando por una forma de organización que no sea el neo-feudalismo al cual nos estamos acercando y para el que el sistema de clases se está preparando.

Es importante entender que el colapso va más allá de un momento histórico que estamos viviendo y que el sistema nos los intenta presentar como una mutación más, en la que efectivamente habrá muchos cambios, —y que no será sin la pérdida de ecosistemas y población humana. Es mucho más complejo, a la vez que es una transición necesaria para que podamos poner en marcha otras formas de relacionarnos, desde otra lógica, de la cual tenemos al menos algunas ideas de por dónde irnos. La apuesta no puede ir por donde nos dicen los investigadores, o los promotores del “mirar hacia arriba” sino por lo que estamos haciendo en nuestras comunidades cercanas.

Hace días platicaba con un compañero que me decía que tenemos que explicar qué es o buscar cómo recomponemos nuestras comunidades y para eso debemos de comenzar hablar del colapso en ellas o la migración sera inminente. No puedo no estar de acuerdo, el problema es que también, desde el anarquismo llevamos años diciendo que el desplazamiento forzado no se va detener a menos que detengamos el capitalismo (de estado y neo liberal) para lo cual es necesario comenzar a buscar alternativas desde abajo, que tienen que ser ecosistémicas y lo más importante, locales.

Hace ya décadas que sabemos que la crisis socio-ecológica iba a llevarnos a un colapso, por lo tanto nos toca ahora no permitir que el sistema de clases tome nuestras investigaciones, nuestro discurso para su propio beneficio ¿Qué podemos hacer? Llevarlo a las comunidades, ponerlo en acción. Una amiga hace años me decía que lo que nosotros llamamos medidas de adaptación, ellos lo llamaban en los setentas organización comunitaria, tal vez ahí está la clave, dejar de ver al pasado como el lugar romántico al que debemos de regresar y verlo como aprendizaje para el futuro que se avecina.

Desde los bosques de Klatch City

Febrero 2021

*Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de X.