Alejandro Valenzuela

El juego es tan evidente que es incomprensible que las personas no lo perciban.

¿Qué judíos y palestinos se odian? ¿Qué los soldados en combate se matan entre sí al fragor de la batalla? ¿Qué izquierdistas y derechistas no se pueden ver ni en pintura? ¿Qué obradoristas y neoliberales son como el agua y el aceite? La verdad es que la distancia entre las personas que se afilian a esos grupos es más corta de lo que se quiere admitir. Para empezar todos somos un poco de todo. Sólo por poner un ejemplo cotidiano: somos transformadores en unas cosas y conservadores en otras. Pero a los líderes, a quienes los financian y a quienes comercian con las diferencias y con la guerra, no les conviene que usted lo sepa.

Haga un ejercicio. No se necesita ser muy inteligente; basta con tener un poquito de sentido común y aceptar que el mundo no es blanco y negro (desde luego, entre más fanático y obcecado sea usted, más difícil le será el ejercicio).

Primero, piense en alguien, de preferencia cercano, que se incline por la opción contraria, cualquiera que sea.

Segundo, reflexione serenamente en las razones de buena voluntad que tenga esa persona para pensar así.

Tercero, ponga por escrito tres de esas razones que justificarían la forma de pensar de su amigo o familiar.

Si no pudo hacerlo, usted no tiene remedio y el problema es usted, no los otros. Si lo logró, habrá cambiado para siempre su capacidad de ver el mundo.

Publicado en: https://www.facebook.com/alejandro.valenzuela.7921